Chile: ¿por qué ganó el Rechazo?
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Chile: ¿por qué ganó el Rechazo?

Algunas consideraciones sobre la derrota del nuevo texto constitucional chileno.

Bruno Magalhães e Pedro Fuentes 7 set 2022, 11:13

La victoria de la votación de Rechazo sobre el texto de la nueva Constitución chilena ha planteado varios interrogantes a los internacionalistas. ¿Cómo es posible que la lucha por la nueva Constitución, que se impuso con el proceso de la gran revuelta popular de 2019 y que fue seguida por una contundente victoria de casi el 80% en el primer plebiscito que abrió el proceso constituyente, llegue poco después a sólo el 38% de aprobación popular?

Esta pregunta debe responderse de la manera más precisa posible. La explicación de este resultado negativo nos dará una lección, un aprendizaje para seguir enfrentando los próximos desafíos que se presenten en Chile y en otros países de América Latina. Ciertamente, este resultado no puede explicarse por una sola causa, sino por una combinación de ellas. En este breve texto, expresamos algunos elementos que consideramos deben ser tenidos en cuenta.

El primer elemento radica en el carácter del gobierno de Gabriel Boric, que no representa las aspiraciones surgidas de la movilización popular de 2019. Cabe recordar que en momentos en que el pueblo se movilizaba para acabar con lo que quedaba del viejo régimen, expresado en la exigencia de renuncia del ex Presidente Piñera, Boric votó a favor de un acuerdo constitucional con la derecha para que se acordara una reforma constitucional. La propuesta de una nueva constitución nació entonces en el “Pacto de la Cocina”, como se conoció el acuerdo realizado a espaldas de las masas movilizadas en los consejos populares (cabildos) organizados en todo el país. Pero, sólo en el primer plebiscito una mayoría del 80% de los votantes aprobó el inicio del proceso constituyente y rechazó la propuesta de la Convención Constitucional Mixta (entre parlamentarios ya en funciones y nuevos diputados constituyentes), optando por una asamblea constituyente con más poderes y que iniciara sus trabajos desde la llamada “página en blanco”, sin disposiciones de la Constitución de Pinochet.

Durante el proceso constituyente, que tuvo características inéditas como la paridad de género y la representación de los pueblos originarios, se llevaron a cabo las elecciones que llevaron a Boric al poder, y que de alguna manera presagiaron la derrota del domingo pasado. En la primera vuelta, el antiguo líder estudiantil fue derrotado por el candidato de la extrema derecha (José Antonio Kast) y su victoria en la segunda vuelta estuvo directamente relacionada con los más de un millón de votantes que no habían acudido a las urnas en la primera vuelta.

Desde la formación de su gobierno hasta el presente, su política ha sido de conciliación con las clases dominantes, sin enfrentarlas con medidas concretas (que tendrían que ser radicales) para resolver los problemas que atraviesa Chile. El gobierno se desgastó en medio de una inflación del 13% y un aumento del coste de la cesta básica de alimentos que no tiene en cuenta el valor de los salarios. Como resultado, su índice de aprobación actual es inferior al 30%.

En consecuencia, su política hacia la nueva Constitución fue contradictoria, vacilante, y su apoyo fue tímido. Coherente con su política de conciliación, expresó sus reservas y, junto con dirigentes de la antigua Concertación, planteó la necesidad de introducir cambios en su reglamento. En este contexto, el voto a Rechazo es también un voto de castigo contra el gobierno por su incapacidad; es decir, no es un voto consciente de apoyo a la derecha. Cabe destacar que una parte importante de la antigua Concertación, incluido el Partido Socialista, estaba a favor de Rechazo.

Además, los diputados constituyentes que fueron elegidos no llevaron a cabo un proceso constituyente atractivo para la población. La elección de los constituyentes fue el resultado del proceso de movilización chileno. Hubo una mayoría de votantes para los independientes y de izquierdas y la derecha no llegó ni a un tercio de los escaños, una proporción que daría poder de veto a este campo según el Pacto de 2019.

En el país donde los cabildos populares se multiplicaron en 2019, el proceso constituyente representó una desconexión con estas expresiones de organización popular; los elegidos por el pueblo de alguna manera se desconectaron del pueblo que los eligió. No abrieron un proceso constituyente popular, es decir, un proceso de consulta popular con los cabildos del 2019, con las organizaciones de base de los trabajadores chilenos. El anhelo constituyente chileno buscaba un proceso que organizara el poder popular, una alternativa real de poder a los viejos partidos de la derecha y la Concertación. Pero esto no se hizo, las discusiones se redujeron a los diputados constituyentes y a pequeños sectores de la vanguardia, precisamente ante un voto obligatorio sin precedentes que llevó a las urnas a más del 85% de los votantes, generando un resultado negativo. Esto no significaba rechazar todos los avances  del nuevo texto constitucional, sino que hubiera sido mejor priorizar aquellos aspectos más sentidos por la clase trabajadora, que cerraran las puertas al modelo neoliberal y las abran para un nuevo modelo económico de país a un modelo concreto de país.

Tampoco se puede restar importancia al impacto de la campaña mediática de desinformación contra la nueva Constitución, que utilizó las fake news y las acciones de grupos minoritarios para marcar el tono de la campaña a favor del Rechazo 

A pesar de la derrota, también es un hecho que la vieja Carta pinochetista tiene los días contados y que pronto se abrirá un nuevo proceso constituyente, en el que Boric ya ha vuelto a errar y a señalar su centro en el Parlamento y en los partidos del régimen. Y para responder a esta situación, será necesario que la vanguardia movilizada y las organizaciones de la clase trabajadora vuelvan a encender la llama de la movilización y de los consejos populares de 2019.


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