Las dos caras de la extrema derecha ucraniana
La propaganda de Putin muestra a Ucrania como un estado fascista. En Occidente, la extrema derecha ucraniana suele ser ignorada. Adrien Nonjon traza aquí un retrato realista de un fenómeno que, a pesar de seguir siendo “marginal”, pretende ser “el nuevo punto de convergencia y de partida de una revolución nacional paneuropea”.
Via The Conversation
A pesar de un aumento de la actividad en el momento de la revolución de la plaza Maidan en 2014 y de la guerra en Donbass, la extrema derecha ucraniana sigue siendo un fenómeno marginal y, sobre todo, profundamente dividido.
De hecho, en este movimiento se enfrentan dos discursos nacionalistas diametralmente opuestos. Uno, “histórico”, “occidental” e “intravertido” lo encarnan partidos como Svoboda y Sector de Derecha; el otro, “neonacionalista”, “oriental” y “extravertido” lo representa el movimiento Azov.
Para entender esta dicotomía, es necesario situarla en su contexto y detallar las ideologías y tradiciones políticas de las que surge.
El nacionalismo gallego: el movimiento original y el rechazo a la URSS
El llamado nacionalismo ucraniano “histórico” tiene su origen en diferentes organizaciones como el Congreso de Nacionalistas Ucranianos (KUN, un partido nacional democrático fundado en 1992 y dirigido por la segunda generación de emigrantes a Alemania y al mundo anglosajón) y su formación paramilitar Tryzub. Se trata de un movimiento dominado actualmente por la Unión Panucraniana “Svoboda” (Libertad), organización política antes conocida con el nombre de Partido Social-Nacionalista Ucraniano (SNPU).
Nacido oficialmente el 13 de octubre de 1991 en Lviv a través de la fusión de diferentes organizaciones nacionalistas, este movimiento se inscribe esquemáticamente en las tradiciones nacionalistas y paramilitares de Ucrania occidental, en particular las de Galicia. Fue en esta región, dominada de 1772 a 1918 por los austrohúngaros y luego de 1918 a 1939 por los polacos, donde se desarrollaron a partir del siglo XIX las primeras ideas que defendían la singularidad de Ucrania y, sobre todo, su derecho a existir como nación soberana e independiente.
Cuna de una cultura protonacionalista, Galicia fue testigo del desarrollo de varios movimientos políticos clandestinos entre las dos guerras mundiales (Ucrania estaba unida a la URSS desde su creación en 1922), siendo uno de los más importantes la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN) y su brazo armado, el Ejército Insurreccional Ucraniano (UPA). Dirigido por nacionalistas ucranianos de origen galiciana, como Roman Choukhevytch y Stepan Bandera, conocidos como los responsables de las masacres de Volhynie (1942-1944), este movimiento guerrillero intentó sentar las bases de un nuevo Estado, independiente del yugo estalinista.
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, la OUN y la UPA, con una fuerza de 200.000 hombres, favorecerán una colaboración de circunstancias con la Alemania nazi; luego se volverán contra el ocupante, que se niega a la creación de un Estado independiente, antes de ser finalmente derrotados por la URSS.
En virtud de su lucha por la independencia y su ideología radical animada por el deseo de una ruptura total con la URSS, estos movimientos galicianos han influido evidentemente en la ideología y la postura de los ultranacionalistas desde 1991. También se beneficiaron de la incapacidad de la izquierda ucraniana para deshacerse de las connotaciones negativas vinculadas al pasado soviético.
Como respuesta radical al terremoto de 1991, la ideología del SNPU, que pretendía la salida definitiva de Ucrania de la dependencia rusa, ha sido desde el principio fundamentalmente identitaria y racista. Construida en torno a las nociones de “Tierra” y “Sangre”, esta ideología monolítica se basa en la ucranianidad étnica, entendida como fundamentalismo blanco y, por tanto, como superioridad racial sobre los presuntos enemigos de Ucrania, a saber, Rusia, Polonia y el pueblo judío.
Esta visión se inspira sobre todo en el nacionalsocialismo alemán y en las primeras tesis integralistas del teórico ucraniano Dmytro Donstov (1883-1973), que consideraba a los rusos como un pueblo asiático. Por ello, el SNPU adopta los colores rojo y negro de la UPA, pero también la runa invertida Wolfstangel de las SS para simbolizar la “idea de nación”. Además, el SNPU mantiene a través de su folclore -en particular las numerosas marchas de antorchas- la memoria colectiva del UPA y de la división ucraniana de las SS, la Halychyna, glorificando así la dimensión militar de combate de estas organizaciones.
La postura extremista y provocadora del SNPU legitimó el uso de la violencia con fines políticos en la Ucrania postsoviética, pero no le permitió salir de su cuna electoral gala -donde tiene resultados en torno al 1%- y ganar otros territorios. A diferencia de otros partidos nacionalistas, como el Congreso de Nacionalistas Ucranianos, mucho más democrático y moderado, el SNPU no consiguió ningún escaño en el parlamento en 1994 y 1998.
Así que en 2004 sus líderes Andriy Parubiy y Oleh Tyahnibok refundaron el SNPU, purgándolo de todos esos símbolos neonazis y rebautizándolo como Svoboda. Aunque Svoboda muestra un programa más social, se mantiene la retórica chovinista antirrusa que denuncia la “ucraniofobia”.
Aunque su crecimiento en toda Ucrania (10,4% de los votos en las elecciones legislativas de 2012, alcanzando el 30% en Galicia) se debe en gran medida al hibridismo de su programa y a las cuestiones sociales relacionadas con las dificultades de la Ucrania independiente, hay que señalar que la difusión de este nacionalismo histórico debe mucho a las políticas conmemorativas emprendidas en 2009-2010 por el presidente Yúschenko (2004-2010), que nombró póstumamente “Héroes de Ucrania” a Stepan Bandera y a los principales miembros y teóricos de la OUN, tratando de promover una memoria que en el pasado se habría visto empañada por el anatema soviético. El resurgimiento del nacionalismo galiciano se explica también por su mediatización por parte del sucesor de Yúschenko en la presidencia, Víktor Yanukóvich (2010-2014), que buscó favorecer el crecimiento de Svoboda para erigirse en garante contra el fascismo en las elecciones presidenciales de 2014.
En lugar de establecerse como una fuerza suficientemente legítima, a pesar de su participación en la Revolución de la Plaza Maidan, los partidos que representan el nacionalismo histórico pasaron a un segundo plano en el contexto post-revolucionario de 2014 que inauguró definitivamente la era post-soviética en Ucrania. Tras fracasar en las elecciones presidenciales de 2014 (Oleh Tyahnibok y Dmytro Iarosh, candidatos respectivamente de la Unión Svoboda y de Sector de Derecha, obtuvieron solo el 1,2% y el 0,7% de los sufragios) y luego en las legislativas del mismo año (4,7% para la lista de Svoboda y 1,8% para la de Sector de Derecha), el nacionalismo histórico se desvaneció en los años siguientes en detrimento de otro movimiento llamado “neonacionalista”.
El neonacionalismo ucraniano: entre la “Tercera Vía” y la ambición imperial
Aunque puede ser similar en cuanto a su radicalismo y a la importancia que su ideología otorga al tema nacional, el neonacionalismo difiere del nacionalismo histórico en varios puntos.
Ante la polarización del país por las nuevas cuestiones identitarias, económicas y militares heredadas de la disolución de la URSS, algunos movimientos implantados en el este y el centro del país, como la Asamblea Nacional Ucraniana-Autodefensa Ucraniana (UNA-UNSO), decidieron replantearse los paradigmas del nacionalismo ucraniano. Ya no se trataba sólo de restablecer las permanencias etnoculturales de la nación ucraniana separándose de un imperio, sino de repensar su lugar en su entorno geográfico. De este modo, el “neonacionalismo” se opuso al nacionalismo histórico ucraniano utilizando la referencia a una concepción “civilizacional” de Ucrania que la vincula a Europa por su herencia cultural e histórica.
La aparición y estructuración de una fuerza neonacionalista como el movimiento Azov, que es su principal abanderado desde la fundación de su partido, bautizado como Cuerpo Nacional, el 14 de octubre de 2016, es la corriente descendente de esta mutación política favorecida por el contexto geopolítico inmediato. Centrado en torno a Andriy Biletsky, fundador del regimiento Azov y luego del Cuerpo Nacional, el movimiento Azov puede considerarse como la encarnación de un “nacionalismo militar” situado en la intersección de la extrema derecha parlamentaria de Svoboda (que actualmente tiene un diputado en la Rada) y de agrupaciones paramilitares ultranacionalistas y neonazis como los Patriotas de Ucrania, de los que surgió el mando inicial del regimiento Azov y luego el Cuerpo Nacional en su mayoría. Aprovechando la reputación de este regimiento de élite de la Guardia Nacional ucraniana, que cuenta con unos 4.000 hombres y desempeñó un papel importante en la reconquista de la ciudad portuaria de Mariupol, este movimiento pretende convertirse en una parte duradera del paisaje político ucraniano.
Debido a la interpretación de los acontecimientos de 2014 como el advenimiento de un nuevo “orden ucraniano” y a su implicación militar en el frente del Donbass, el movimiento Azov es el depositario de una lucha política que tiene como objetivo no destruir un “sistema” al que se culpa de la pérdida de la grandeza nacional, sino remodelarlo desde dentro según sus propias normas. Es una forma de nacionalismo revolucionario que busca construir una comunidad de destino a escala de la nación.
Este proyecto tiene su origen en los principios de la “democracia nacional” de Mykola Stsiborsky (1897-1941) y del “social-nacionalismo” de Iaroslav Stetsko, que constituirán la ideología definitiva de la OUN a partir de agosto de 1939. Rechazando tanto los principios etnicistas y centralizadores de los regímenes nazi y fascista, como los principios de las democracias liberales y el colectivismo comunista, intentaron reconstruir el Estado según un principio de solidaridad y una “Tercera Vía” en la que Ucrania no formaría parte de ninguno de los bloques geopolíticos existentes.
Establecido así sobre un rechazo del Occidente liberal y de un Oriente “neobolchevique” y euroasiático, el neonacionalismo ucraniano pretende superar la complejidad de las cuestiones identitarias propias de la historia ucraniana, que sigue atrapada en la elección geopolítica y civilizatoria entre Europa y el “mundo ruso” (Rousskiï Mir).
Mientras que, para alejarse de la órbita rusa, partidos como Svoboda son partidarios de entrar en la OTAN y de aumentar la cooperación con Occidente – lo que les permite al mismo tiempo cultivar cierta cercanía con partidos europeos de derecha dura como la Unión Nacional de Le Pen dentro de la Alianza Europea de Movimientos Nacionales- los neonacionalistas, por su parte, son en su mayoría partidarios de una “guerra perpetua” contra la Federación Rusa, a la que consideran -al igual que Occidente- el principal obstáculo para la creación de un Estado-nación ucraniano plenamente consolidado y predominante en el mundo eslavo.
Esta estrategia se desarrolla actualmente en torno a la Unión Báltica del Mar Negro – Intermarium, que el movimiento Azov pretende popularizar con la ayuda de una derecha ucraniana recién formada. Organizado en torno al club metapolítico Plomin, dirigido por la filósofa Olena Semenyaka. Más que establecer una nueva red de alianzas contra Rusia, los neonacionalistas ucranianos pretenden, a través de la idea de Intermarium, revivir y arraigar la idea de identidad y civilización europeas. La extrema derecha ucraniana, antaño periférica en Europa y al margen del debate de ideas, intenta convertirse en un punto de encuentro y en el punto de partida de una revolución nacional paneuropea.