Antifascismo, antiimperialismo y internacionalismo en la era Trump
La crisis global sistémica no solo se ha profundizado, sino que también se ha acelerado; “el interregno” gramsciano -como “período de surgimiento de los nuevo que termine con lo viejo”- es más estrecho
Muchos interrogantes están colocados en este período de la era Trump. ¿Se termino la globalización capitalista y si es así en que proceso mundial entramos? ¿El neoimperialismo chino en ascenso podrá, sosteniendo una política multilateral, reordenar la economía mundial? ¿Qué proceso se pueden abrir en Latinoamérica y en especial en Brasil a partir de la política de Trump? ¿Surgirán nuevos gobiernos burgueses independientes del imperialismo? ¿Habrá posibilidades de gobiernos de ruptura con la burguesía como él que hubo con Chávez y Evo que superen los progresismos actuales que concilian con la burguesía? ¿Cómo intervenimos los marxistas revolucionarios en unidad de acción y en frentes antifascistas, y al mismo tiempo construimos una alternativa anticapitalista? ¿Es posible construir nuevos partidos de influencia de masas que superen a los progresismos?
Es necesario abordar sobre todos los problemas que enfrentamos en este período de muchas incertezas conscientes que solo en el transcurso de los procesos y en un debate abierto es posible armar una política revolucionaria acertada. Los parámetros de los cuales tenemos que debatir son las elaboraciones del congreso mundial, y desde ahí. proyectarlas frente a la situación política mundial que se desenvuelve con Trump en el gobierno del principal país imperialista. Las notas que siguen intentan ser una contribución a ello.
1. La situación mundial se agudiza
La crisis global sistémica no solo se ha profundizado, sino que también se ha acelerado; “el interregno” gramsciano -como “período de surgimiento de los nuevo que termine con lo viejo”- es más estrecho. Desde que Trump llevó a la derecha neofascista al poder en la principal potencia mundial, entramos en una etapa de confrontaciones más decisivas, marcadas por un creciente desorden internacional — guerras, división de la burguesía mundial, choques políticos y económicos, nuevas intervenciones imperialistas de un lado y, por el otro, de la probable multiplicación de luchas de resistencia, movilizaciones sociales antifascistas, antiimperialistas y populares.
La disyuntiva “socialismo o barbarie” aparece hoy con más fuerza. El neofascismo se ha convertido en una amenaza comparable, incluso superior, al nazi-fascismo de hace cien años. Sus expresiones más dramáticas son el genocidio en Gaza — que conmociona al mundo sin detenerse— y el negacionismo científico que empuja hacia el colapso climático y la posibilidad del fin de la humanidad. El neofascismo y en forma más específica el neofascismo imperialista de Trump, son el enemigo principal de los trabajadores y los pueblos a escala mundial, y la tarea histórica es derrotarlo. Un triunfo contundente sobre el mismo solo será posible mediante la movilización obrera y popular, con nuevas rebeliones, insurrecciones y revoluciones.
2. Diferencias entre fascismo y neofascismo
Para aproximarnos a la nueva forma de fascismo es buen responder a dos preguntas: ¿qué diferencia al fascismo clásico de Hitler y Mussolini del neofascismo actual? ¿Y cómo llegamos a esta nueva forma de fascismo cien años después?
El fascismo clásico fue la respuesta de sectores de la gran burguesía a situaciones revolucionarias. Con apoyo de una pequeña burguesía desesperada en medio de crisis agudas, enfrentó a la clase obrera con milicias y fuerzas como la Gestapo que utilizaron métodos de guerra civil. Triunfó en contextos de desgaste de procesos revolucionarios, imponiendo derrotas históricas al proletariado y sus aliados mediante una contrarrevolución. Esos regímenes lograron reactivar temporalmente algunas economías nacionales hasta la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial.
El neofascismo actual surge en un contexto distinto: la crisis capitalista se ha vuelto crónica y combina múltiples dimensiones — social, económica (estagnación y endeudamiento permanente) ecológica, política (de los regímenes democráticos burgueses) y geopolítica global, con el enfrentamiento entre el imperialismo en descenso de los EEUU y el neoimperialismo ascendente de China. Esta crisis, en medio de una concentración de capitales y riqueza como nunca existió genera una serie de procesos profundos, que se expresa de múltiples maneras; masivas oleadas de inmigrantes de las guerras, de las catástrofes climáticas, y del hambre; aumento de la desigualdad y pobreza. El genocidio de Gaza y las catástrofes climáticas son las más visibles. La debilidad organizativa y programática de la clase trabajadora amplifica esta crisis.
La burguesía en todo el mundo necesita aplicar contrarreformas económicas permanentes, y para ello requiere regímenes cada vez más autoritarios. Un sector de esta burguesía — que incluyen los poderosos de las big tech, los monopolios de los combustibles fósiles— asume el neofascismo apoyándose en capas de la pequeña burguesía y sectores de trabajadores. Como dice Bellamy Foster –“..la doctrina Trump está enraizada en nuevos alineamientos de clase asociados al neofascismo de MAGA y sus estrechas conexiones -todavía contradictorias- con la clase multimillonaria, particularmente em los sectores de la alta tecnología -big techs- y petróleo. La base de clase del fascismo em la teoría marxista siempre reside em una alianza entre el capital monopolista y una clase/estrato medio bajo”
A diferencia del fascismo clásico, el neofascismo no surge de derrotas revolucionarias, sino desde el interior del régimen democrático-burgués mediante elecciones y abre situaciones reaccionarias. Esto lo vuelve más inestable del fascismo anterior. El caso de las recientes elecciones argentinas en la mayor provincia (40% del país) es ilustrativo. El gobierno de Milei acaba de recibir una derrota aplastante. Es decir que se provocan reacciones de todo tipo porque no hay derrotas históricas. Si antes el fascismo se apoyaba en milicias armadas para aplastar organizaciones obreras, hoy, además de la aplicación de medidas autoritarias y represivas que restringen libertades y atacan las organizaciones de clase, cuenta con un arma más sofisticada: las milicias digitales, capaces de colonizar conciencias a escala masiva.
Aunque el fascismo como ideología nunca haya desaparecido tras 1945, recuperó fuerza y se transformó en amenaza presente y estructural con el nuevo período abierto con el crash financiero del 2008, la crisis de sobreproducción y la recesión o estagnación que se siguió.
3. Una periodización esquemática que explica el neofascismo
- Después de la Segunda Guerra Mundial: la derrota del fascismo y la destrucción de fuerzas productivas en el conflicto abrieron un periodo de boom económico, producto de la reconstrucción. Ese ciclo, acompañado por el ascenso obrero, obligó a la burguesía a conceder mejoras sociales: el llamado Estado de bienestar, concentrado en Estados Unidos, Europa y los países imperialistas, con impacto también en la URSS y los Estados obreros burocratizados.
 - Crisis de los 70: el fin del alza permanente de las tasas de ganancia y acumulación en los llamados “30 años gloriosos” (1945-1975 aproximadamente) se hizo evidente con la crisis de sobreproducción de finales de los 60, con la crisis del petróleo del 1973 y el abandono del padrón oro por los EEEUU en 1979. Se inicia la globalización neoliberal con la respuesta del capital, a partir de Reagan y Thatcher. Fueron la desreglamentación financiera, con planes de ajuste brutales, privatizaciones generalizadas. En este período hay una transferencia de la industria hacia Asia y en especial a China por la mano de obra más barata. El neoliberalismo -además de las privatizaciones-, se caracterizó en lo que Nahuel Moreno definió como una “contrarrevolución económica permanente”. La restauración capitalista en los estados obreros degenerados (sea por colapso, como el de la URSS, sea controlada desde arriba, como en China) fue parte esencial del rediseño neoliberal del mundo, que trajo lo que llamamos mundialización capitalista. Sin embargo, no se abrió un proceso de crecimiento económico, se dio un fuerte aumento de la concentración de riqueza y de desigualdad creciente manteniéndose el bajo crecimiento del sistema (con las excepciones de los tigres desarrollistas y de China).
 
Globalización y revolución tecnológica: la mundialización del capital y la interconexión productiva y financiera por la vía digital definieron nuevas características económico-sociales de la nueva fase imperialista. Pero el crecimiento económico siguió por debajo de lo necesario para el alza segura de la acumulación. La especulación financiera dominó el período, generando burbujas, como la de 1987, los cracs ruso y asiáticos en los 90, la crisis de las “punto com” (2000) y la crisis hipotecaria en EE.UU. que desencadenó quiebra de bancos y corretoras el 2008.
Con Clinton y Obama continuaron los ajustes permanentes, combinados ahora con concesiones parciales a las pautas de la diversidad (feminismo, el movimiento LGBTQ+ y, en menor medida a la lucha antirracista). Estas conquistas fueron arrancadas por movilizaciones sociales: la nueva ola feminista, las luchas LGBTQ+ y la revuelta negra tras el asesinato de George Floyd.
- 2008 inicia un nuevo período histórico; desde entonces, el capitalismo entró en una crisis crónica, multidimensional: económica, social, ecológica y política. El mundo se volvió más caótico, con guerras (Ucrania, Gaza, Sudán, RDC, Myanmar), hambre y migraciones masivas, mientras el cambio climático azota todas las regiones del mundo. El desarrollo de fuerzas productivas se da, contradictoriamente a costa del militarismo, destrucción y muertas, volviéndolas fuerzas cada vez más destructivas.
 
El neofascismo creció en este escenario, no solo por las crisis múltiples sino por la combinación de ellas con la debilidad del movimiento obrero y de masas tras la caída del “socialismo real”. Como señala Roberto Robaina en su último libro el fascismo siempre existió, es una corriente estructural, pero reconquistó peso en la burguesía, en sectores de masas y en las instituciones en este período.
¿Por qué? La burguesía necesita cada vez más del autoritarismo para aplicar su contrarrevolución económica y enfrentar el desorden mundial: sin recortes de libertades no pueden sostenerse los ajustes; sin autoritarismo es difícil para las potencias imperialistas enfrentar el desorden mundial. No por casualidad existen Trump, Meloni, Putin, Orban, Bukele…
El neofascismo ganó base social entre trabajadores y clases medias golpeadas por la crisis, atraídas por liderazgos personalistas “antisistema” y por un nacionalismo reaccionario que, en los países adelantados, se apoya en el racismo blanco antiinmigrante y en los países dependientes en la necesidad de que figuras autoritarias pongan orden en el caos social y la falta de seguridad.
El otro factor fundamental para su crecimiento fue el fracaso de los gobiernos de los regímenes liberales “democráticos” (social liberales como dice la IV) y de los llamados progresismos en muchos países.
Hoy, el neofascismo está en EE.UU., se extiende a prácticamente todos los países de Europa con fuerza desigual, en Rusia y Turquía, las autocracias del Medio Oriente y América Latina (Milei, Noboa, Bukele, Kast), a Japón (con el Sanseito) y Filipinas, articulándose en los países occidentales en redes y reuniones internacionales. China es una dictadura especial del partido único, un neoimperialismo basado en un capitalismo de Estado sobre el cual luego nos detendremos.
4. El gobierno de Trump: neofascismo e imperialismo neocolonial agresivo
Trump encarna la avanzada del nuevo fascismo global. Puede decirse que ha mundializado el neofascismo imperialista al asumir el poder en el estado más poderoso del mundo. Su proyecto combina el neofascismo nacional-populista con un imperialismo neocolonialista agresivo, que trata de sacar EEUU desu decadencia.
En el plano interno, su gobierno se caracteriza por medidas autoritarias para cambiar el régimen político. Sus medidas erosionan día a día los derechos democráticos conquistados: persecución de quienes apoyan a Palestina, limpieza étnica contra inmigrantes que pueden llegar a 400 mil en este año de mandato, creciente militarización de la seguridad interna, (la política de involucrar directamente a las Fuerzas Armadas en la seguridad interna como ocurrió en Los Ángeles, Washington y ahora Chicago), el negacionismo científico y una política económica subordinada a los intereses de las grandes corporaciones — en particular del núcleo duro fascistoide de las big tech en primer lugar que han cerrado un acuerdo muy estrecho con Trump, las criptofinanzas, el capital extractivista y energético. Ha votado en el parlamento la ley de presupuesto que libera impuestos a los ricos y corta el dinero de los planes sociales fundamentales. Aunque su estilo personal pueda parecer improvisado y errático, su política — con contradicciones que analizaremos más adelante — avanza con la lógica ya definida.
5. Una política exterior agresiva que desorganiza más el orden mundial.
En el terreno internacional, la política de Trump mantiene el objetivo de fondo de sus predecesores: recuperar la hegemonía imperialista frente al ascenso de China. Sin embargo, introduce un cambio cualitativo: una estrategia mucho más agresiva y disruptiva, que rompe acuerdos internacionales y organismos multilaterales (Acuerdo de París, OMS, OMC, UNESCO, entre otros) de tarifazos que amenazan desorganizar las cadenas globales, de injerencia política como en Brasil y militar en Irán con los bombardeos a las instalaciones de enriquecimiento de uranio y ahora en Venezuela.
Su respaldo incondicional al genocidio y a la limpieza étnica de Netanyahu en Palestina, el uso del proteccionismo tarifario como chantaje, las delirantes aspiraciones expansionistas (anexar Groenlandia, controlar el canal de Panamá o integrar a Canadá como estado de EE.UU.), su plan de recolonizar Gaza administrada por los EEUU, muestran el carácter imperial agresivo y recolonizador de su proyecto, a pesar de la imprevisibilidad de sus tácticas, su espíritu megalomaníaco imperial pronostica un futuro cada vez más destructivo.
Apoyando a Israel avanzó en la destrucción de Gaza y en el debilitamiento de los aliados de Irán en Medio Oriente. Los bombardeos selectivos contra Irán pueden ser el primer paso de otras intervenciones más directas. Al mismo tiempo, revelan las dificultades de EE. UU. para lanzar invasiones terrestres al estilo de las realizadas bajo los gobiernos de Bush padre e hijo. No está descartado, sin embargo, que lance mano de nuevas formas de intervención militar más o menos selectivas, como contra Venezuela, hoy bajo amenaza directa de una intervención quirúrgica o un bloqueo apoyado en nuevas formas de guerra hibrida.
Es muy difícil de prever hasta dónde va a llegar la política de Trump. En la guerra de Ucrania, Trump comenzó favoreciendo a Putin, debilitando a Zelensky y la Unión Europea, aliada histórica de EEUU, sin que se llegue a un pacto de paz por ahora. Lo que existe después de la cumbre con Putin es un recrudecimiento de la ofensiva del imperialismo ruso. La política proteccionista de aranceles ha generado más contradicciones inter-imperialistas y con todos los países, y en consecuencia más desorden en el dominio mundial. El genocidio de Gaza está provocando el rechazo no solo de las masas, importantes sectores de la intelectualidad mundial de instituciones mundiales, incluso de gobiernos en forma muy desigual, destacándose sobre todo la complicidad de gobiernos europeos, y el silencio de China y Rusia. Su política proteccionista y de reducción de impuestos a los ricos acentúa la desigualdad y amenaza a EEUU con inflación y estancamiento económico. Su política represiva contra los inmigrantes empieza a provocar rechazo de sus mismas bases. Por eso crece el descontento entre los trabajadores y la clase media, como sigue existiendo en la misma burguesía en su país. Su destino final dependerá de la reacción y movilización en su país y en ese sentido, las elecciones de medio término serán una instancia importante para medir esa reacción.
6. División en la burguesía estadounidense y la burguesía mundial
La disputa entre EEUU y China está en el centro de las múltiples contradicciones que se expresan en un desorden mundial. Se trata de una disputa entre un imperialismo decadente y otro emergente. Luego nos detendremos en algunas de las características del capitalismo de estado chino, sus posibilidades de realinear o atraer a países y sectores burgueses y seguir creciendo como un competidor que se presenta como reorganizador de la economía multilateral y del orden mundial.
La burguesía occidental europea también sufre el ascenso del fascismo y está dividida. Si bien de conjunto necesita de más autoritarismo para ejecutar las políticas de ajuste, importantes sectores del capital siguen defendiendo la globalización, el multilateralismo y los regímenes burgueses. La resistencia de ese sector burgués está sin embargo debilitada porque la crisis necesita de gobiernos burgueses de mano dura y por eso necesita ceder a la ultraderecha. Van der Leyden en la UE como Macron en Francia son ejemplos esa necesidad que se va presentando en otros países en la medida que la ultraderecha crece. Los gobiernos de las democracias neoliberales con sus políticas de ajuste crean decepción en las masas y pavimenta el camino al neofascismo. Pero al mismo tiempo, las contradicciones inter-burguesas son fundamentales para la política de enfrentamiento al fascismo. Porque abren brechas para que se exprese la movilización popular, los levantamientos populares y de los trabajadores, que, como sabemos, son la única forma de enfrentar consecuentemente al neofascismo. En el caso de Francia fortalecieron un Frente Popular con un programa progresivo y a Francia Insumisa como portavoz de este.
7. El ascenso de China y su rol
Como ya dijimos, la polarización mundial tiene su centro en la confrontación creciente por el liderazgo mundial entre EEUU y China. Por eso es tan importante definir que es China y las características de su papel de imperialista emergente. El choque con EE.UU. no es solo comercial, sino estructural: ambos disputan mercados, tecnología y zonas de influencia.
La mayoría de los análisis del marxismo consideran a China correctamente como un capitalismo de estado con un régimen burocrático dictatorial de partido único. El Partido Comunista y el aparato estatal controlan directamente sectores estratégicos (energía, transporte, banca, telecomunicaciones, armamento). El Estado planifica y regula, en función de la acumulación de capital, con una lógica de competencia global y búsqueda de ganancias, extrayendo la plusvalía de la explotación de los trabajadores en su país, burgueses chinos que conviven con la burocracia y empresas extranjeras que también fabrican en China como Apple y Tesla. Se calcula que aproximadamentela mitad del PIBproviene de empresas privadas y joint ventures, muchas integradas en cadenas globales de valor. El Estado mantiene control en sectores clave, pero permite y fomenta un empresariado nacional fuerte (Alibaba, Huawei, etc.) De ahí que se asemeje a un modelo híbrido: fuerte intervención estatal, pero en un marco donde la lógica capitalista de mercado domina, la ley del valor y la acumulación por plusvalía. China es hoy la segunda economía mundial en términos de PIB nominal, y la primera en paridad de poder adquisitivo. Sus grandes conglomerados estatales y privados (Huawei, Sinopec, Tencent, Alibaba, BYD, etc.) se encuentran entre las mayores corporaciones globales. Ha habido una fuerte concentración del capital en bancos, industrias estratégicas y megaproyectos y hace una fuerte disputa en tecnologías de punta, inteligencia artificial, energías renovables etc.
Por lo tanto, China es un imperialismo emergente o neoimperialismo; ha pasado de ser un país semiperiférico a convertirse en un centro de acumulación de capital que exporta inversiones, controla mercados, establece relaciones desiguales con países dependientes y disputa la hegemonía mundial, todas estas características de la etapa imperialista definida por Lenin. Si bien no tiene el dominio global de EE.UU., imperialismo que tiene alrededor de 800 bases militares en el mundo, avanza hacia un papel cada vez más de disputa imperial en el marco del desorden global provocado por la administración Trump. Por ahora bajo formas diferentes al imperialismo occidental más centrado en inversión e infraestructura que en intervenciones militares abiertas. De todos modos, China incrementa su presencia militar, aunque más limitada que EE.UU, base militar en Yibuti, patrullas navales en el Índico y el Pacífico, con una modernización acelerada de su armada y fuerza aérea, defiende su zona de influencia (Mar de China Meridional, Taiwán, Pakistán, África). Su última ostentación armamentista en el desfile militar de brazos con Putin y Kim son una demostración más de sus intenciones militares.
China exporta capital financiero y tiene relaciones imperialistas con los países dependientes. Muchos proyectos chinos reproducen las lógicas extractivistas de un imperialismo de desapropiación y extractivista en las grandes inversiones mineras, en el petróleo, cobre, litio. Se beneficia con el generando de esa manera intercambios asimétricos imperialistas. Al mismo tiempo, extrae plusvalía de las fábricas instaladas especialmente en México y Brasil, y sus préstamos económicos a países se hacen con los intereses del mercado mundial creando de esa manera deudas y subordinación financiera.
China y los BRICS. Los BRICS no son una representación del Sur global frente al imperialismo; es muy diferente al tercermundismo de lo no alineados de la década del 60. Ni una palabra de China, Rusia e India sobre el genocidio de Gaza. Como dice el texto de Ze Correa “se han fortalecido como una red difusa de intereses nacionales pragmáticos, impulsados por clases capitalistas que ha ido creciendo más rápido que los del viejo núcleo EE.UU.-Europa-Japón coordinado por Washington. Esa es la razón de la enorme hostilidad de Trump hacia los BRICS”. Quien más se ha beneficiado con los BRICS es el neoimperialismo chino. Ahora bien, si se consolida el eje de China, Rusia e India ¬esta última golpeada por el tarifazo de Trump-, este bloque reunido hace unos días en Saigón, se transforma en una fuerza política y económica de enorme importancia en la disputa con los EEUU. Se demuestra que la política exterior de Trump no hace más que crear nuevas oportunidades para China y su alianza estratégica con Rusia y posiblemente India. Una parte de la burguesía brasilera exportadora de materias primas avanza cada vez más en esa dirección.
8. En esta nueva situación mundial crece la resistencia y la conciencia antimperialista
A nivel mundial se desarrolla un proceso de resistencia creciente al neofascismo, con raíces profundas que van más allá del malestar social coyuntural que suele señalar la prensa burguesa. Se trata de un rechazo consciente a la política imperialista y neofascista, cuyo punto de ruptura más visible ha sido la crítica al genocidio en Gaza.
Gaza ha dividido aguas en el movimiento de masas. Los gobiernos de los países imperialistas han sido cómplices entre ellos Rusia y China, al genocidio televisado en directo. Pero al mismo tiempo, ha sido un estopín en la conciencia y ha surgido una vanguardia de masas en todo el mundo que ha producido grandes movilizaciones como ha ocurrido en países europeos, de Asia y el mundo árabe. La nueva flotilla de la Libertad se ha transformado en una acción internacionalista como no veíamos hace muchos años. La confluencia de más de 40 países, de diputados y personalidades los demuestran. Los participantes en la flotilla de 44 países muestran ese avance en la conciencia de una vanguardia de masas ya dispuesta a la acción internacionalista antiimperialista. La flotilla y los movimientos de solidaridad internacional por Palestina son la expresión de una vanguardia que se radicaliza y busca salidas por fuera de los marcos del capitalismo. Greta Thunberg es un símbolo de este impulso juvenil. Y esta situación ha provocado también que los gobiernos de otros países (España, Irlanda…) sigan el camino de Sud África.
En EE.UU., las movilizaciones por Palestina fueron un detonante que amplió la movilización y esa radicalización en la conciencia. La movilización contra ICE en Los Ángeles, del No King, y contra la intervención del ejército en Washington.
Una nueva demostración de movilización han sido los levantamientos juveniles de Serbia y la rebelión en Indonesia y ahora la juventud de Nepal, dos países donde las movilizaciones en las calles llevan enfrentando la represión del gobierno.
Nuevos procesos políticos están surgiendo como respuesta a la crisis y el avance del neofascismo. Un sector de masas decepcionado con la incapacidad del Partido Demócrata para enfrentar a Trump hizo que lo. Dentro de ese marco, figuras como Bernie Sanders y Zohran Mandani (DSA) expresan una alternativa: este último incluso conquistó una victoria electoral en Nueva York con un programa socialista y de apoyo a Palestina. Aunque el DSA no es mayoritario, constituye un punto de partida para un tercer partido de los trabajadores.
El fracaso de los progresismos del inicio del siglo (Syriza, Podemos), — cooptados en gran medida por la institucionalidad burguesa — abre la posibilidad de que esas nuevas experiencias, o partidos que aún mantienen cierta independencia como el PSOL, se fortalezcan en este nuevo escenario. En Inglaterra emerge el nuevo partido, de Jeremy Corbyn; en Francia se ha fortalecido France Insumisse, en Sudáfrica, una ruptura con el ANC dio origen a una nueva organización; en Grecia Zoe Konstantopoulou, la ex presidenta del parlamento en el gobierno de Tsipras fundó un nuevo partido. Seguramente veremos un proceso más amplio de nuevos partidos de izquierda. En la actual situación, eses partidos o movimientos políticos pueden adquirir más la forma de partidos antiimperialistas y anticapitalistas. En el PSOL también se abre una oportunidad para debilitar al reformismo.
No será un proceso lineal ni sencillo, pero las condiciones para que en el marco de la lucha contra el neofascismo se pueda construir alternativas antiimperialistas, anticapitalistas, y ecosocialistas está planteada.
9. La lucha contra el imperialismo en Latinoamérica.
La Ubicación en la disputa entre EEUU y China.
Los países de Latinoamérica, en forma desigual, siguen siendo países dependientes, semicoloniales que sufren el yugo imperialista. Tradicionalmente fue el patio trasero del Tío Sam, pero desde hace dos décadas el neoimperialismo chino ha pasado a ser un competidor importante. Según los datos de la CEPAL la inversión extranjera directa (cepal.orgUpi) la inversión extranjera directa (IED) total en América Latina y el Caribe fue de 188.962 mil millones de USD en 2024, De ese total Estados Unidos representó el 38 % de la IED en 2024 y en contraste, China apenas alcanzó el 2 % de ese flujo de inversión. La CEPAL aclara en su informe que la cifra atribuida a China puede estar subestimada, ya que muchos fondos chinos llegan a través de terceros países o mediante contratos que no se registran formalmente como IED cepal.org. No se contabilizan como IED clásico, pues ingresan vía terceros países, contratos, concesiones o compra de activos cepal.org. El monto real de inversiones chinas podría ser muy mayor si consideramos préstamos, financiamiento sin registro de IED, y acuerdos estratégicos (como puertos, energía, telecomunicaciones).
EE.UU. tiene hegemonía en inversión privada directa (sobre todo en México, Caribe y Centroamérica) y mantiene la hegemonía en Inversiones directas formales y comercio con México y el Caribe. China tiene hegemonía en financiamiento estatal, infraestructura estratégica y recursos naturales. China: pasa de ser marginal en 2000 a ser segundo socio comercial global de AL en 2025, con protagonismo en infraestructura, energía, minería y tecnología. De esta manera, la conclusión extraída de los datos de la CEPAL es que el mapa económico se ha vuelto dual: Norteamérica (México, Caribe, Centroamérica) más ligada a EE.UU. Sudamérica (Brasil, Argentina, Chile, Perú) cada vez más interdependiente de China. Los dos significan que Sudamérica siga siendo esencialmente en la división mundial de trabajo exportador de materias primas.
Esta disputa de potencias da márgenes a la burguesía, especialmente la de Sudamérica de tener opciones político-económicas. Aquellos sectores burgueses que intentan una política más independiente de los EEUU cuentan con margen de maniobra a través de China. Márgenes que no significan un desarrollo independiente, pero si para maniobrar ante la presión del imperialismo de los EEUU.
La injerencia imperialista de Trump en LA y de sus aliados neofascistas nacionales son el principal enemigo.
El imperialismo yankeetiene la necesidad de una política más agresiva hacia Latinoamérica y en especial América del Sur frente al avance chino y para ello cuenta con los gobiernos neofascistas que parecen ser sus súbditos. Esta situación transforma la lucha antifascista también en antiimperialista.
Los movimientos injerencistas de Trump en los últimos meses -primero sobre Brasil-, y guerreristas ahora en Venezuela, no son tácticos, sino que parecen ser movimientos estratégicos. Venezuela es la más importante reserva petrolífera mundial que cuenta con un régimen autoritario casi dictatorial debilitado ante las masas y por ello facilita la actual ofensiva. Por su parte en Brasil el tarifazo tiene como objetivo explícito favorecer a su aliado Bolsonaro y la ultraderecha para cambiar el régimen político. Se trata de la agresión más grave que sufrió el país desde la intervención directa en el golpe del 64. Trump quiere un Milei en el país más importante del continente, rico en recursos minerales, petróleo, agrobiodiversidad. También sirve para intentar debilitar a los BRIC en uno de sus eslabones para tener fuerza estratégica ante China.
¿Son capaces las burguesías latinoamericanas en esta etapa mundial de enfrentar al imperialismo?
Pueden maniobrar, tienen cierto margen, pero no se van a colocar al frente de la ruptura con el imperialismo. Si hacemos una breve recapitulación en los inicios del siglo tuvimos una primera onda de ascenso con las grandes movilizaciones e insurrecciones en Argentina, Ecuador, Bolivia y Venezuela llevaron a estos dos últimos países a la independencia política del imperialismo. (Fue también cuando se produjo la ruptura con el intento del ALCA) En estos dos países hubo cambio de régimen político vía las constituyentes, y por ello una ruptura política con las respectivas burguesías. Para ello hicieron una ruptura política con las burguesías de sus países. El hecho de que esa onda no se extendiera a otros países, por la burocratización, las disputas de caudillos en Bolivia, y la muerte de Chávez estancaron y terminaron haciendo retroceder a esos procesos independientes.
Luego tuvimos una segunda onda de ascenso revolucionario a partir de 2017-2018 en Puerto Rico, Ecuador, Perú y Chile y posteriormente Colombia. En estos dos países las insurrecciones populares llevaron al poder nuevas organizaciones de izquierda, Petro y Boris, (Castillo en Perú fue más contradictorio, no se consolidó en el poder). Como parte de ese proceso de gobiernos progresistas hay que agregar los triunfos de Lula, Claudia Sheinbaum y más últimamente del Frente Amplio en Uruguay. Hay una diferencia importante entre este nuevo período y el anterior. En estos últimos casos los gobiernos surgidos no rompieron con las respectivas burguesías y quedaron atrapados en la institucionalidad burguesa al no promover reformas en los regímenes políticos. Eso explica que sean gobiernos de conciliación de clases, con algunas reformas progresivas; las más avanzadas son sin duda la del gobierno de Petro que se apoya en la movilización popular, mientras los otros han quedado prisioneros y se han transformado en gestores del estado burgués.
¿Este análisis descarta la posibilidad del surgimiento de gobiernos similares al de Chávez o Evo, es decir gobiernos que lleven a sus países a una posición independiente del imperialismo? Es una pregunta difícil de responder y que genera dudas, ya que un proyecto independiente es difícil de realizar en esta etapa mundial de dependencia tecnológica y financiera de alguna de las dos potencias y de interconexión de las cadenas de producción globales. Lo que puede darse es que gobiernos burgueses de conciliación de clases puedan conciliar con sectores burgueses por un período apoyándose en el bloque de China. En general las burguesías de los países latinoamericanos o están asociados a intereses imperialistas y las mayores corporaciones tienen mucho capital invertido en los países imperialistas.
Por eso, nos parece que solo una sostenida movilización popular y una onda expansiva a otros países y gobiernos radicales incluso superiores a los de Evo y Chávez puedan surgir teniendo grandes confrontaciones con el imperialismo yankee. Es decir que no podemos descartar gobiernos de ruptura más profunda que los del inicio del 2000. Si hay una nueva onda revolucionaria y crecen las alternativas anticapitalistas esa perspectiva puede abrirse tal como planeaba la tercera internacional y luego el Programa de Transición.
La lucha de clases vuelve abrir caminos
Latinoamérica entró en una coyuntura de elecciones que se iniciaron con la catastrófica derrota en Bolivia como consecuencia de la división-burocratización del MAS, y la política del gobierno Arce. Sin embargo, posteriormente tuvimos la derrota aplastante de Milei en Argentina, aliado de primera hora de Trump que aplica una política ultra neoliberal e intentaba un cambio de régimen. Su derrota electoral es consecuencia de que su plan comenzó a hacer agua como consecuencia de la depresión económica, el gran endeudamiento, los casos de corrupción de su gobierno que prometía terminar con la “casta política”, y el rechazo popular con el aumento del hambre y la pobreza. Desde que asumió la protesta obrera y popular se mantuvo en primer plano, y en las elecciones fue canalizado en la provincia por el peronismo populista y un gobernador que aparece como la figura presidenciable del peronismo. Kicillof es un gobernados que utilizo el presupuesto de la provincia (que es el mayor de todas), para conciliar con sus caciques intendentes y a diferencia de Milei lo usó no solo para concesiones a los sectores empobrecidos, sino también para ciertas obras de infraestructura para favorecer sectores burgueses y el campo. Por eso en la elección contó también con el apoyo de los sectores industriales medios empobrecidos y mismos sectores del campo. Que el peronismo (semi renovado también por la candidatura de Grabois), aparezca como alternativa indica la debilidad de la radicalización y la poca capacidad del FIT de convertirse en una alternativa de masas.
El FIT no hizo mala elección; conserva su peso en los sectores urbanos donde pesa la clase trabajadora pero todavía no dio el salto para ser una alternativa de disputa del poder.
La elección de Argentina indica que la disputa en Latinoamérica está abierta. La inestabilidad y precariedad del gobierno Milei puede indicar los puntos débiles del neofascismo para perpetuarse en el poder (si no ocurren derrotas históricas) en el continente y la posibilidad y necesidad de construir alternativas anticapitalistas de masas.
¿Hay posibilidades de gobiernos antiimperialistas consecuentes?
Nos parece que pasaráobjetivamente por un ascenso revolucionario más profundo de los que hasta ahora no hubo y que se construyan alternativas anticapitalistas que por ahora se esbozan o no existen. Ese proceso radical se puede construir en la medida de que avanza la crisis, y no se podría realizar si no se construye una alternativa anticapitalista con influencia de masas. Las perspectivas de gobiernos anticapitalistas –como plantea el manifiesto ecosocialista– de un frente construido a través del poder popular es una tarea difícil pero no imposible y es la que está colocada en todos los países. Puede o no lograrse, pero es necesaria y el futuro está abierto.
10. Tácticas y estrategias
La derrota del fascismo requiere en muchos casos de unidad amplia de acción incluso el votocomo fueen Brasil con Lula-Alckmin o EEUU cuando se votó por Kamala. Unidad de acción quiere decir un acuerdo explícito o implícito para una determinada acción. Puede ser en movilizaciones o en elecciones. Por ejemplo, este es el caso más probable que se va a presentar en las próximas elecciones de Brasil. Lula sin duda va a esbozar puntos progresivos frente a la injerencia imperialista de Trump, pero lo hará nuevamente en alianza con sectores burgueses como en las elecciones pasadas. Es decir, votaremos por Lula sin apoyar su política para derrotar al neofascismo bolsonarista.
Sería diferente si el frente antifascista tiene un contenido programático antiimperialista. En este caso tendríamos más puntos en común y podremos tener una relativa organización en común para llevarlo adelante como fue el caso del NPA en el Nuevo Frente Popular de Francia. Decimos que este frente en Latinoamérica tiene que ser también antiimperialista porque la extrema derecha que también existe en los países dependientes es dominada por el imperialismo de los EEUU en toda la línea. Los casos de Milei y Bolsonaro o Bukele muestran la obsecuencia y la copia de su política en toda la línea entre ellas el apoyo siniestro al genocidio en Israel.
La diferencia entre unidad de acción en apoyo de un frente amplio democrático es diferente de un frente obrero o un frente antifascista. En estos casos se trata de organizaciones y partidos que no tienen su origen en los trabajadores y son independientes de los partidos burgueses. Así fue, por ejemplo, el frente único antifascista que llamaba a hacer Trotsky en Alemania entre el partido socialista y el PC. El frente único antifascista así entendidoes unaforma superior de unidad, que implica cierto grado de organización común entre partidos obreros o sectores pequeñoburgueses radicalizados.
En cualquier variante, los revolucionarios deben mantener plena independencia política y organizativa. En la unidad de acción el punto común es la necesidad de derrotar a la ultraderecha. En los frentes hay cierto programa común y una organización común para llevar adelante esos puntos programáticos.
En cualquier alianza que hagamos necesitamos tener nuestra organización independiente para poder sostener ante la crisis crónica del capitalismo un programa antiimperialista, anticapitalista y ecosocialista.
11. Las tareas y el programa
Como dijimos a través del texto, el totalitarismo neofascista, su negacionismo y la barbarie en Gaza están despertando nuevas conciencias. Y que frente a la capitulación o debilidad de las direcciones burguesas y pequeño-burguesas, se abre un espacio para construir alternativas independientes.
Esquemáticamente la izquierda Latinoamericana está dividida en tres posiciones:
El sector más reformista cree que la salida que se abre ante la crisis para los latinoamericanos es volver al desarrollo industrial nacional mirando para ello al bloque de China como la fuerza aliada que lo hagan posible. Utilizar a los BRICS y negociar con ellos, usar las monedas nacionales o construir una alternativa al dólar es posible frente a la ofensiva yanque. Pero los Ni China ni los BRICS son la salida porque están lejos de ser una comunidad igualitaria entre países, sino que se han construido como una vía esencial para la expansión china que ya caracterizamos en este texto. Se trata de las posiciones campistas que terminan en la mayoría de los casos en un camino reformista. Dentro de este campo están también las organizaciones que, formadas en la izquierda marxista, en los hechos convierten el frente amplio antifascista en una estrategia de apoyo casi incondicional a los gobiernos de conciliación de clases con la justificativa que es la única barrera para parar al fascismo.
Hay otro sector vanguardista y ultra que frente a la crisis mundial actúa ante la crisis esencialmente con propaganda socialista y autoproclamación del partido revolucionario. La realidad demuestra que en la mayoría de los casos este camino lleva a la construcción de organizaciones que se terminan convirtiendo en sectas, grandes o pequeñas. No podemos despreciar a este sector, porque en casos se trata de organizaciones nuevas que han surgido y que caen en esta política como forma de afirmarse como revolucionarios y anticapitalistas.
Como quedó reafirmado en el último congreso mundial de nuestra parte seguimos sosteniendo que en la mayoría de los casos la construcción de la organización revolucionaria pasa por ser parte de procesos más amplios que ya existen y que seguramente seguirán apareciendo en el próximo período. Hoy tenemos el PSOL, DSA mucho más dinamizado y menos cristalizado, lo que puede ocurrir en Inglaterra con la formación del Nuevo Partido. La situación mundial va a decantar cada vez más vanguardia viejas y nuevas que por fuera del reformismo rompen con la conciliación de clase y procuran un nuevo rumbo. Esos son los procesos en los que tenemos que participar principalmente para lealmente construir esas alternativas construyendo dentro de ellas las alas conscientemente socialistas revolucionarias.
No es fácil construir un programa anticapitalista y ecosocialista que permita ganar la vanguardia amplia y movilizar a los trabajadores. El viejo modelo socialista fracasó y ante la crisis es difícil vislumbrar uno nuevo. Como dice el manifiesto ecosocialista, el método del programa de transición tiene una gran actualidad.
En base a ese método tenemos que articular un sistema de consignas que avancen hacia la ruptura con el capitalismo agotado. No es fácil construir un nuevo modelo económico para el 99%, pero hay consignas que ayudan a ello. La realidad nos da algunos puntos de partida. Un sector de nuestra clase va comprendiendo el enfrentamiento al neofascismo y al imperialismo. Consignas de transición, algunas más tímidas que otras, se han puesto a la orden del día como la tasación de los billonarios, popularizado por Sanders y Mandami, en EE.UU. (y presente también en Brasil y otros países); la nacionalización de la banca bajo control social y de trabajadores, medida indispensable para frenar la especulación y evitar la fuga de capitales; la auditoría de las deudas públicas; contra el libre comercio defendemos la nacionalización del comercio exterior; para recuperar el control popularsobre el proceso de formación de ideas alienado para as big tech estadunidenses proponemos su nacionalización; para combatir el neoextractivismo afirmamos la nacionalización de la explotación minera con control popular.
A la vez, es urgente ligar este programa a la lucha ecosocialista contra el neofascismo y su negacionismo científico. El imperialismo y la ultraderecha con su negacionismo climático, guerras y carrera armamentista, amenaza la vida y la naturaleza. Trump y sus aliados son también los principales enemigos del clima. La llamada “transición energética”, impulsada por sectores de la burguesía, es una respuesta tímida y engañosa: sustituye fuentes fósiles por renovables, pero sin cuestionar la lógica de acumulación y consumo ilimitado. En realidad, es una reconversión de negocios, donde las grandes energéticas, mineras, automotrices y tecnológicas se reubican como “verdes”, apropiándose de subsidios y nuevos mercados.
La propuesta ecosocialista plantea lo contrario: una transición energética justa, democrática y planificada, bajo control social y no corporativo, como parte de una ruptura con el actual modelo capitalista de producción. La construcción de nuestro programa relaciona las demandas del período, une las más inmediatas la lucha contra el neofascismo, a las antiimperialistas, anticapitalistas y ecosocialistas muy bien colocadas en el Manifiesto Ecosocialista de la IV, nuestra organización internacional En síntesis somos antifascistas, antiimperialistas y anticapitalistas y luchamos por el poder popular de los trabajadores y el pueblo para realizar un mundo ecosocialista. Tarea difícil pero no imposible.
12. El internacionalismo crece en esta nueva situación
Nuestra entrada en la cuarta internacional ha sido un paso cualitativo para la construcción del MES. Y es muy significativo que se haya dado en las vísperas de este nuevo momento de la lucha de clases, de más tareas y más compromisos internacionalistas, en un momento que crece esa solidaridad internacional como respuesta a las barbaries que provoca el neofascismo y su política imperial. En estos momentos el centro de la lucha internacionalista está en Gaza y dentro de las múltiples manifestaciones aparece la Global Sumud Flotilla como ejemplo internacionalista de solidaridad que une muchas organizaciones de 44 países, figuras políticas, artistas intelectuales y que como dicen los tres valientes compañeros que participan en ella, se impregnan de coraje ante la gran repercusión mundial que tiene en medio de la escalada del sionismo en su limpieza de Gaza. Esta flotilla rescata la idea de las brigadas internacionales que tienen como el más grande antecedente histórico las que se hicieron en la guerra civil y revolución española. Lo más probable que de aquí en adelante nuevas acciones internacionalistas, cada vez más de más de masas se repitan y en las cuales la IV estará en la línea de frente. Nuestra tarea más inmediata es traer para la IV a nuevas organizaciones, y este es un camino que se abre. Seguramente en un proceso surgirá una nueva internacional de masas, como defiende la IV. Pero para ello ahora es necesario fortalecer la IV para que sea el más activo animador de esa tarea.
La COP 30 con sus limitaciones políticas y de infraestructura será un nuevo encuentro de internacionalistas ecosocialistas. Y la actividad principal en el próximo período es construir la Conferencia Antifascista a realizarse en marzo en Porto Alegre, la cuna del FSM, convocada por el PSOL, PT y PCdB de Rio Grande del Sur con el apoyo de numerosas organizaciones entre ellas la IV Internacional. En esta tarea de los antiimperialistas tienen la responsabilidad de convertirla en un gran evento de la lucha contra el neofascismo y el imperialismo para que sea un primer paso a una nueva plataforma de lucha contra el neofascismo imperialista y el genocidio en Gaza