Argentina: Un nuevo tiempo político
La nueva situación política argentina bajo el gobierno de extrema derecha de Javier Milei
El escenario internacional muestra un fuerte “riesgo geopolítico” por guerras que amenazan extenderse, el ascenso de las derechas extremas y sociedades partidas casi por mitades con serios riesgos de confrontación interna y la situación en Nuestra América. Con gobiernos como el de Milei en nuestro país, de Bukele en El Salvador y de Noboa en Ecuador. Más la situación en Venezuela que ha abierto un debate en toda la región, que está ahora más fragmentada.
En este contexto es que habló el presidente Milei, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, luego del “acting” de la campanita en Wall Street y su reunión con altos empresarios. Acusó a la ONU de ser una institución que solo sirve para estimular las ideas socializantes mientras reiteró su negacionismo ambiental y su retrograda mirada sobre los progresismos. Rechazó el “Pacto para el Futuro” y decidió no adherir a la Agenda 2045. Ratificó su no neutralidad y su alineamiento incondicional con EEUU e Israel. Todo un cambio de rumbo para el país.
Si algo quedó claro en su intervención en la Asamblea General es que no le hablaba a los presidentes allí reunidos, sino a los poderosos. A ese 1% que concentra la riqueza del mundo, a las grandes corporaciones, buscando demostrar que ideológicamente es uno de ellos. Que Argentina bajo su presidencia quiere jugar un rol como máximo defensor y vocero del programa del gran capital internacional y la constitución de una instancia supranacional, por sobre la soberanía de los Estados nación.
Es ese posicionamiento internacional, más sus convicciones sobre los planteos de la Esc. Austríaca, que define la orientación de las políticas oficialistas en nuestro país y por las que el presidente Milei se ve y se presenta como el fundador de una nueva etapa histórica en la política local.
Este nuevo tiempo mundial se ha acelerado en forma más que vertiginosa en nuestro país. Desde que se aprobara la Ley Bases y el paquete fiscal. Es que la temporalidad de la crisis ha abierto el tiempo de las urgencias. Las del gobierno (avanzar en su programa lo más rápido posible) y las del pueblo trabajador (frenar la barbarie social en curso). El tiempo juega para los dos lados.
Todo se desenvuelve en el marco de una macroeconomía que, en términos neoliberales, se va “ordenando”, aún con las inconsistencias y contradicciones del caso y una micro que, encomendada por el presidente a los empresarios, no arranca y donde el costo de ordenar la macro se manifiesta en los dramáticos índices de pobreza e indigencia y el temor a la pérdida de empleo.
Hasta hace algunos meses se decía que el gobierno era más cuestionado por “arriba” que por “abajo”. Ahora el arriba parece estar más calmo. Las presiones empresariales, de diversos economistas liberales y de la CGT se han atemperado, el FMI observa con atención, aprieta pero no ahorca. No hay por ahora disputas intercapitalistas abiertas. Solo se mantienen las disputas y tensiones al interior del gobierno y de la LLA, y de esta con el PRO que está escalando en intensidad. Disputas que no alteran mayormente el curso general.
En el abajo la conflictividad está en expansión, aunque no puede considerarse una oleada de luchas. Se suceden conflictos, movilizaciones y debates por múltiples razones y objetivos en todo el país sin que se logre unificarlos, ni avanzar sobre la fragmentación (¿ya es estructural? y darles una perspectiva común. Tampoco se vislumbran proyectos políticos amplios que rompan con el neoliberalismo y abran senderos hacia transformaciones más profundas.
Sin embargo el conflicto por el financiamiento universitario y tal vez también el aeronáutico, ahora se agregó el conflicto de la Salud, pueden ser casos testigos que abran un nuevo tiempo político.
Se está pendiente de una resolución de los gremios del transporte si van a una huelga general del sector para el 30 de este mes, lo que sería una muestra de solidaridad que ampliaría el espacio del conflicto. En cuanto a la reciente marcha federal en defensa de la universidad pública fue masiva en todo el país con cambios cuantitativos y sobre todo cualitativos en cuanto a su composición y objetivos más políticos. Esa masividad presionaba para que el parlamento finalmente voltee el veto presidencial y deje vigente la ley. No ocurrió, por el contrario el gobierno logró blindar el veto, pero ha sido un triunfo pírrico, ganó en el parlamento pero está perdiendo en la calle.
Al imponerse el veto el movimiento estudiantil, que venía muy callado desde hace tiempo, estalló espontáneamente. Estudiantes, docentes y trabajadores no docentes se autoconvocaron, se han decvlarado en estado de asamblea permanente donde se decide colectivamente los pasos a seguir. Se ocupan facultades, (unas 60 en 29 universidades de todo el país al momento de redactar este artículo), se dan clases públicas, se cortan las calles y avenidas. Es un movimiento federal de gran extensión nacional, que recupera viejas tradiciones del movimiento estudiantil, que ha jugado papales destacados e varios momentos de nuestra historia (Reforma Universitarias de 1918, Cordobazo 1969).
Todos tienen en claro que no es solo un problema de financiamiento, la suma solicitada es mínima en términos de PBI, sino que es una lucha político ideológica por el destino de la cultura general del país y su horizonte futuro. También tienen en claro que puede ser una lucha larga, el gobierno no tiene espacio para retroceder. De cómo se resuelva este conflicto, si puede estimular las luchas en otros sectores, especialmente en el movimiento obrero, puede depender como seguirá la lucha de clases en el país y el propio destino del gobierno Milei.
Mientras tanto ingresamos en el último trimestre del año sin que por ahora haya mayores signos de salir de la fase depresiva del ciclo. ¿La tasa de interés perforará finalmente el piso del 3% como espera el gobierno para octubre? ¿El flujo de dólares, producto de una batería de medidas que incluye el blanqueo, finalmente mejorará el nivel de reservas? ¿El levantamiento de los controles cambiarios traerá finalmente las esperadas inversiones? Todo está por verse.
Las viejas preguntas siguen vigentes: ¿Como intervenir en la crisis, que no sea solo un apoyo y estímulo a las luchas? ¿Cómo expresar el objetivo común que haga converger todas las luchas? ¿Cómo hacer para que los protagonistas tomen conciencia que los hechos que protagonizan van más allá del objetivo inmediato? ¿Cómo elevar el nivel político de los protagonistas y sus luchas?
¿Y el humor social? ¿Hasta cuando se soportará esta barbarie que pareciera no tener fin de continuidad? El movimiento estudiantil en curso puede ser determinante. Aquí también todo está por verse.