El 15 de mayo de este año 2023 se cumplirán 75 años del Nakba (catástrofe – creación del Estado racista de Israel a partir del 78% de tierras palestinas, a través de una limpieza étnica planificada), en este sentido es emblemático que sea en este territorio donde en las últimas semanas hemos visto las mayores manifestaciones conocidas por esta invención colonial, como bien trabajó André Massabki [1]. El centro de estos actos multitudinarios está en la lucha contra la reforma del poder judicial de Netanyahu, que busca tener mayoría en la corte suprema del país para librarse de los escándalos de corrupción y fortalecer el carácter religioso y reaccionario del sistema de justicia de Israel.

La prensa internacional de manera general busca tratar el caso como un problema individual de conducta de un líder autoritario y genocida que es Netanyahu, así como sus alianzas son solo puntuales para conseguir mayoría en el parlamento israelí. A pesar de que las potencias capitalistas tratan a Israel como una democracia occidental en medio de un enclave de “fundamentalistas bárbaros”, lo que esta crisis desenmascara es precisamente la barbarie del apartheid israelí que se valdrá cada vez más del fundamentalismo religioso y el autoritarismo para mantener su papel con el imperialismo en la región.

Durante años, el Estado israelí y el imperialismo construyeron al enemigo árabe externo en alianza con los palestinos como algo que cohesionaba los diversos sectores para una batalla sin fin, y como consecuencia “justificaba” la limpieza étnica y el apartheid impuesto por este Estado. Pero lo que se ha visto en los últimos años es un proceso sistemático de normalización de las relaciones entre Israel y las monarquías árabes, más allá de Jordania en la década de 1990 y Egipto en la década de 1920, vimos a los países del golfo – los Emiratos Árabes y Bahrein son ejemplos recientes – en los últimos 5 años tomar el mismo camino, luego el humo del enemigo externo va saliendo de escena, pero la necesidad del proyecto colonial de limpieza étnica en todo el territorio permanece.

Este proceso puede ser comprendido a partir del crecimiento de la figura política de la extrema derecha israelí, Itamar Ben-Gvir que salió de figura sin mucha expresión del Knesset, parlamento israelí, para ser el líder del 3° mayor partido y Ministro de Seguridad Nacional de Netanyahu. Su partido, Otzma Yehudit, es considerado el heredero del Kahanismo – movimiento que reivindica a Meir Kahane, líder de extrema derecha que defiende abiertamente el exterminio del pueblo palestino y considerado terrorista incluso por los Estados Unidos. 

Este movimiento no responde solo a un proceso de alianzas puntuales locales, sino a un movimiento político sistemático que los agentes políticos del Estado Sionista han venido moviéndose cada vez más a la derecha, obteniendo legitimidad por la extrema derecha religiosa, y por otro lado avanzando en los asentamientos en Cisjordania y en el dominio sobre Jerusalén. El ejemplo emblemático de este movimiento fue el ataque sufrido por la aldea de Hawara por colonos israelíes, que incluso fue clasificado como un pogrom: ataques violentos provocados por masas populares contra una minoría social normalmente de carácter étnico o religioso [2].

El fortalecimiento del fundamentalismo judío, por supuesto, afecta primero a otras religiones, como los intentos de realizar rituales hebreos de sacrificio de animales en suelo sagrado musulmán, pero también afecta a las conquistas históricas de las mujeres y la comunidad LGBT que viven en el territorio de Israel. Es decir, la crisis de legitimidad del Estado Sionista comienza a extenderse no solo sobre la población árabe que vivía en constante apartheid, este es sin duda uno de los síntomas que provocaron las grandes manifestaciones que vimos en las últimas semanas.

Como un enclave colonial imperialista en el Medio Oriente, la guerra y la violencia siempre han sido mecanismos de control social “legitimados” en la lucha contra el enemigo externo, pero los acuerdos hechos con los vecinos y el control de los vecinos más cercanos, como Siria, devastada por la guerra civil, han creado un ambiente propicio para exigir más democratización y cuestionar estructuras autoritarias y corruptas que sostienen al Estado Sionista. La ingobernabilidad de los últimos años expresa la crisis del régimen. A partir de cuatro políticas, ya en implementación, el sionismo intentará restablecerse: fortalecimiento del poder ejecutivo en detrimento del judicial, realineándose hacia un modelo más autoritario de régimen; liberación de la creación de milicias civiles fundamentalistas (dirigidas por el kahanismo) con autonomía para “defenderse” de los palestinos, pero que pronto podrían ser utilizadas contra la oposición interna; avance en la construcción de asentamientos en Cisjordania sin ningún consentimiento internacional; y la reconstrucción de nuevos enemigos externos a partir de la creación de un conflicto con Gaza y Líbano, justo en el momento en que el mundo está poniendo atención en Ucrania.

La novedad fueron las manifestaciones multitudinarias en Israel, pero es fundamental destacar que el proceso de crecimiento de la resistencia palestina ha ido en aumento. En los últimos años, hemos visto aumentar el número de influencers digitales que se organizan virtualmente a nivel internacional en otro nivel, el principal reflejo de estos tiempos fue la detención de la joven Ahed Tamimi. Diversos movimientos de resistencia pacífica en lugares religiosos, con un enfoque principal en Jerusalén, han demostrado el atractivo y la fuerza de la conciencia política de un pueblo en continua opresión.

Y finalmente, el fortalecimiento de una resistencia armada para la autodefensa, no sólo en Gaza y el Líbano, sino también en el norte de Cisjordania, está dando los pasos hacia el surgimiento de una nueva intifada 35 años después de la primera en diciembre de 1987.

En estos 75 años del Nakba, el resurgimiento de Netanyahu y el fortalecimiento de figuras como el Bem-Gvir han expuesto la verdadera cara del sionismo. En este sentido, más que nunca, es necesario crear una gran red de resistencia global fortaleciendo la causa Palestina y derribando este Estado. La realización de seminarios, debates, denunciando el apartheid sionista y recuperando de manera contundente la política de boicot al Estado genocida, reforzando iniciativas como la que el movimiento estudiantil de la Unicamp tuvo para manifestarse y lograr bloquear asociaciones con el sionismo.

1- En el texto “El colonialismo asentándose en la metrópoli: lo que está ocurriendo en Israel?” de la Revista Movimento en https://movimentorevista.com.br/2023/03/o-colonialismo-se-assentando-na-metropole-o-que-esta-ocorrendo-em-israel/

2- Ironicamente, esta barbarie tiene como ejemplo clásico ataques contra judíos en la Rusia zarista de finales del siglo XIX y en la Alemania nazi.

Frederico Henriques es sociólogo y profesor de la educación estatal de São Paulo, dirigente sindical de TLS y del Movimiento Izquierda Socialista del Partido Socialismo y Libertad (MES/PSOL).